JORGE JUAN EL HIJO PRÓDIGO DE LA ILUSTRACIÓN Y LA CIENCIA


Marino, ingeniero, matemático, astrónomo, viajero, diplomático, espía y promotor de tertulias literarias y científicas. Todo eso fue Jorge Juan, uno de los personajes del siglo XVIII que mejor encarnó el espíritu de la Ilustración española, convirtiéndose en un gran promotor de la reforma científica.

Pasó a la historia de la geodesia por ser el primero en medir la longitud del meridiano terrestre del ecuador y definir la forma exacta del planeta, junto a su compañero Antonio de Ulloa, en la Expedición geodésica a Quito, entre los años 1736 y 1744. Su medición determinó que la Tierra está achatada por los polos.

Como director de la Real Academia de Guardias Marinas desarrolló un sistema de construcción naval propio para la Armada española. Se ganó la admiración y prestigio europeo gracias a sus libros, dedicados a la especulación científica, el saber enciclopédico, la formación académica y la crítica al sistema de gobierno en los virreinatos españoles.

JORGE JUAN PRODIGIO DE LA ILUSTRACIÓN Y LA CIENCIA

Dominó diversas disciplinas como la ingeniería, la metalurgia, la cartografía, la construcción naval, las matemáticas, la geodesia, etc. y por eso participó en los principales proyectos, convirtiéndose en una de las autoridades científicas que renovaron la Marina española al servicio de los primeros reyes Borbones, Fernando VI y Carlos III. Con muy poco presupuesto, consiguió que la España del siglo XVIII volviera a recuperar el protagonismo y esplendor que merecía el todavía mayor Imperio geográfico. Sin duda fue el modelo de científico y marino del Siglo de las Luces.

Jorge Juan y Santacilia nació en Novelda, el 5 de enero del año 1713, en la finca El Fondonet, propiedad de su abuelo Cipriano Juan Vergara. Descendía de dos ilustres familias: la de su padre Bernardo Juan y Canicia era de Alicante y provenía de la rama de los condes de Peñalba; su madre, Violante Santacilia y Soler de Cornellá, pertenecía a una hacendada familia de Elche. Ambos tuvieron a Jorge, Margarita y Bernardo como hijos en común, pero ya tenían otros de sus anteriores matrimonios. Habitaban en su casa de Alicante de la plaza del Mar, pasando sólo temporadas de descanso en Novelda.

A los tres años de edad quedó huérfano de padre, estudiando las primeras letras en el colegio de la Compañía de Jesús de Alicante bajo la tutoría de su tío Antonio Juan, canónigo de la colegiata. Poco después, estudió Gramática en Zaragoza, ya que esta materia constituía una enseñanza preparatoria para otros estudios superiores.

A los catorce años, recibió el hábito de caballero de justicia de la Orden de Malta en dicha isla, en la religión de San Juan de Jerusalén. Al cabo de un año era paje del gran maestre de la orden, Antonio Manuel de Villena, que le concedió el título de comendador de Aliaga en Aragón, siendo su tío Cipriano Juan el encargado de la gestión debido a su ausencia y minoría de edad. Para recibirlo, tuvo que haber combatido contra los galeotes turcos y berberiscos, cosa que debió influir en su vocación de marino. En su academia naval obtuvo formación teórica y práctica en matemáticas, construcción de navíos, maniobras militares, artillería, esgrima y danza, entre los años 1726 y 1729.

JORGE JUAN Y SANTACILIA

En 1729, con dieciséis años de edad, ingresó en la Real Compañía de Guardias Marinas de Cádiz. Y, al año siguiente, pasó a la Real Academia de Guardias Marinas, escuela naval militar fundada por el secretario real José Patiño, en 1717, que tenía como principal objetivo formar a los jóvenes pertenecientes a la baja nobleza en los nuevos métodos de navegación y combate. Allí se impartían modernos estudios técnicos y científicos con asignaturas como aritmética, geometría, trigonometría, observaciones astronómicas, navegación, cálculos de estima, hidrografía, cartografía, etc., completando una formación humanística con otras clases de dibujo, música y danza.

Las avanzadas teorías de Newton eran divulgadas en esta reserva científica, de la que habrían de salir técnicos muy cualificados para la Armada. Cádiz era la capital comercial y científica de la España de su tiempo, una puerta abierta a la Europa ilustrada, a las corrientes enciclopedistas y al comercio con América, en una sociedad dieciochesca que se resistía al avance de las nuevas ideas. El mismo Voltaire tenía una casa comercial en Cádiz.

Durante cuatro años, desde 1730 hasta 1734, Jorge Juan alternó los estudios con las operaciones navales en el Mediterráneo, destacando de inmediato por su gran aplicación y alto nivel de conocimiento. Fue un alumno aventajado, siendo conocido por sus compañeros con el sobrenombre de "Euclides".

castillo Real Academia Guardias Marinas Cádiz
REAL ACADEMIA GUARAS MARINAS DE CÁDIZ

Participó en cuatro expediciones marítimas con el objetivo de capturar piratas berberiscos y otomanos. La última fue la campaña de
ocupación de Orán en 1734, a bordo del navío El León, perteneciente a la escuadra del heroico Blas de Lezo, que tenía la misión de impedir que los argelinos recibiesen hombres y armas desde Estambul, y en la que cayó enfermo a punto de morir. También sirvió como escolta en la escuadra que acompañó al príncipe Carlos, hijo de Felipe V, para su coronación en Nápoles. Entre otros maestros en el arte de navegar tuvo como general al marqués de Mari, su capitán en la Academia de Cádiz, y como comandantes al conde de Clavijo y a Juan José Navarro, después marqués de la Victoria. Con veintiún años de edad, finalizaba sus estudios de Guardia Marina, siendo ascendido a subrigadier.

Justo en aquel año de 1734, Felipe V recibió la solicitud de su primo el rey Luis XV de Francia, para que una expedición de la Real Academia de Ciencias de Paris formada por Louis Godin, Pièrre Bouger y Charles M. de la Condamine, viajase a Quito, en el Virreinato del Perú. El objetivo del proyecto era la medición de un arco de meridiano terrestre y obtener el valor de un grado que pudiese ser comparado con otras mediciones practicadas por Maupertius en Laponia. Fue la llamada Expedición Geodésica franco-española. Esta fue la expedición científica española más importante durante la primera mitad de la centuria ilustrada.

Lógicamente un arco correspondiente a un radio menor sería más pequeño que el de otro radio mayor, siendo sus ángulos iguales. De estas mediciones se obtendrían distintos valores para los diferentes arcos medidos, que determinarían con exactitud la forma de la Tierra.

MODELOS GEODÉSICOS DE LA FORMA DE LA TIERRA

Este problema que venía planteándose desde la Gracias clásica, se convirtió en el siglo XVIII en una polémica que duraba casi un siglo, alcanzando el punto de determinar si tenía forma de melón, como decían académicos como Cassini, partidarios además de la mecánica cartesiana, o de sandía, como defendía Maupertius y otros sabios como Newton, Halley y Huygens, apoyándose en la (los cuerpos pesaban menos en el Ecuador), o en las experiencias del péndulo (no oscilaba con la misma frecuencia en diferentes lugares). Contra estos últimos estaba casi todo el mundo, incluida la España ilustrada de Feijóo, y sería la famosa expedición la que zanjaría la polémica a favor de ellos. Y, efectivamente, la Tierra está achatada por los polos.


El rey Felipe V de España, primo del francés Luis XV, autorizó la realización de esta segunda expedición al virreinato, ya que los Pactos de Familia entre ambos reyes Borbones permitía este tipo de colaboraciones, además era un admirador de los sabios franceses. El secretario real José Patiño permitió la puesta en marcha del proyecto por la repercusión internacional e interés geoestratégico que podía tener, pero a cambio exigió la inclusión de almirantes españoles dentro del grupo expedicionario.

Mediante un una Real Orden del 20 de agosto de 1734, Patiño ordenaba elegir a dos de sus más hábiles oficiales, que acompañasen y ayudasen a los académicos franceses en todas las operaciones de medición. Estos dos oficiales deberían reunir las condiciones no solo de buena educación, sino la instrucción necesaria para poder ejecutar todas las observaciones y experiencias al objeto, y cuyo resultado fuese fruto de sus propios trabajos, con independencia de los extranjeros.

ANTONIO DE ULLOA Y TORRES-GUIRAL

Sorprendentemente eligieron, no a dos oficiales, sino a dos jóvenes guardias marinas: Jorge Juan tenía veintiún años de edad, el otro era el sevillano
Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral, que tenía diecinueve. Habían finalizado sus estudios brillantemente, pero carecían de graduación militar, por lo que se les ascendió al empleo de tenientes de navío. Desde el primer momento, entre ambos marinos surgió una amistad y comprensión que se prolongó toda la vida, repartiéndose el trabajo según las instrucciones recibidas: Jorge Juan sería el matemático, Antonio de Ulloa el naturalista.

Los objetivos encomendados eran muy diversos:
1. colaborar con los científicos franceses en las mediciones del grado de un arco de meridiano por debajo de la línea del Ecuador.
2. realizar observaciones y redactar informes de todas las medidas físicas y astronómicas, cálculos de longitud y latitud.
3. elaborar estudios sobre etnografía, náutica, botánica, zoología y mineralogía.
4. levantar planos y cartas y efectuar descripciones de puertos y fortificaciones de las ciudades.
5. redactar un informe secreto sobre la situación política y social, así como analizar aspectos que pudieran mejor las condiciones económicas y administrativas de las gobernaciones virreinales.
6. llevar un control policíaco sobre los académicos franceses, dado que toda información que obtuvieran iba a caer en manos de los ministros de Luis XV.

Con todas estas instrucciones partieron de Cádiz el 26 de mayo de 1735. Jorge Juan viajaba a bordo del navío El Conquistador, capitaneada por Francisco de Liaño, y en compañía del marqués de Villagarcía, que acababa de ser nombrado virrey del Perú, y del obispo de Popayán, el agustino Diego Fermín de Vergara. Antonio de Ulloa lo hacía en la fragata Incendio. El 7 de julio llegaron a Cartagena de Indias, en el Virreinato de Nueva Granada, pero hasta el 15 de noviembre no lo hicieron los académicos franceses, y juntos emprendieron la ruta por Guayaquil para arribar a Quito.

CARTA ESCENOGRÁFICA DE CARTAGENA DE INDIAS

En mayo de 1735, los dos marinos españoles partieron desde Cádiz a bordo de las fragatas Conquistador e Incendio. La travesía atlántica fue aprovechada para realizar observaciones astronómicas y pruebas con diferentes instrumentos sobre la influencia de los vientos y las corrientes marinas. A inicios de de junio, desembarcaron en Cartagena de Indias, en el Virreinato de Nueva Granada. Los franceses pasaron un periodo de cuatro meses en la isla de Santo Domingo (La Española).

El tiempo de espera fue aprovechado por los guardiamarinas para reconocer la ciudad y sus alrededores, dibujar un plano y reunir información económica, social, histórica, geoestratégica y de otras áreas.

Una vez reunidos con los académicos franceses en Cartagena de Indias, el 15 de noviembre, se dirigieron al Virreinato del Perú, atravesando el continente americano por el istmo de Panamá. En la costa del océano Pacífico pusieron rumbo sur en el navío San Cristóbal, desde la ciudad de Panamá hasta los puertos de Manta y de Guayaquil. En esta última ciudad, consiguieron un equipo de instrumental científico de gran exactitud.

Observaciones Astronómicas Físicas Instrumentos científicos
OBSERVACIONES ASTRONÓMICAS Y FÍSICAS HECHAS EN PERÚ

El 29 de mayo de 1736, Juan, Ulloa y Godin llegaron a la capital del virreinato. Se alojaron en la residencia oficial de Dionisio de Alcedo y Herrera, presidente de la Audiencia, donde se repusieron de la dureza del recorrido. El resto de la expedición lo haría semanas después.

Lo primero fue determinar un área de trabajo idóneo desde el cual medir una longitud terrestre, base de las triangulaciones. Los extremos de la triangulación fueron el pueblo de Yaruquí, en las cercanías de Quito, y la ciudad de Cuenca, situada tres grados más al sur de la primera, a una distancia de 250 kilómetros. Esta área de estudio entre ambas ciudades es un lago valle andino delimitado por dos cadenas montañosas paralelas, que facilitaba la elección de vértices a una y otra parte del gran corredor que las une. La medida de longitud a emplear era la toesa, equivalente a casi 2 metros (198 cms).

Pero el proceso de medición triangular resultó ser bastante complicado, ya que requería la colocación de señales en puntos determinados tanto en el valle como en lo alto de picos montañosos, algunos a más de 4.000 metros de altura de las dos sierras. Era necesario tomar datos en puntos muy concretos del terreno ecuatoriano en condiciones climatológicas y físicas extremas como ciénagas, terrenos escarpados y cumbres como el macizo volcánico de Pichancha, el Corazón o el Sinasaguan, sufriendo lluvias torrenciales, fuertes vientos, nieve, granizo y enfermedades tropicales.

puente colgante Relación histórica viaje América Meridional
PUENTE COLGANTE SOBRE RÍO EN EL VIRREINATO DEL PERÚ

Entonces, la expedición se separó en dos grupos, cada uno en sentido contrario, con el objetivo de comprobar la exactitud. En un grupo marcharon Bouguer con Ulloa, y en el otro Goudin con La Condamine y Juan, los cuales alcanzando la máxima extensión el 5 de noviembre.


A continuación, dio comienzo el proceso de medición física formando una serie de triángulos. Pero estas observaciones físicas debían ser contrastadas con las astronómicas. Después de dos años de mediciones, Gudin descubrió diferencias en la situación de las estrellas que habían servido para calcular tanto la longitud como la latitud del emplazamiento, por lo que tuvieron que repetir todas las observaciones. Para mejorar la exactitud de las mediciones, Godin, Juan y el relojero Hugot, tuvieron que construir un instrumento de 20 pies de largo.

Completadas las triangulaciones con éxito, era necesario reducir las mediciones al nivel del mar. El astrónomo Pierre Bouguer se encargó de unir los triángulos con el océano Pacífico, mientras que Jorge Juan, situando una señal en la cima del Pichincha, fue descendiendo después hasta el encuentro con el nivel del mar.

Además de las mediciones triangulares, los estudios científicos fueron ampliados a mediciones de la velocidad del sonido y de la reflexión de la luz, la observación de eclipses y de oscilaciones del péndulo, y la cartografía de planos de la región.

Con el conocimiento exacto de la forma y la magnitud de la Tierra, se podía realizar planos cartográficos más perfectos, situando correctamente longitud y latitud. De hecho, ambos científicos españoles realizaron cuarenta de las cien cartas modernas del mundo. Juan estableció como valor del grado de Meridiano contiguo al Ecuador, 56.767.788 toesas, en un cálculo que fue el más aproximado de todos. La unidad de medida pasó a ser el metro, y con ello un sistema métrico decimal adoptado universalmente.

MEDICIONES TRIANGULARES EN EL VIRREINATO DEL PERÚ

En 1739, había comenzado la Guerra de la Oreja de Jenkins (Guerra del Asiento), entre Inglaterra y España, conflicto que se prologaría hasta 1748. Entonces, una potente armada al mando de Edward Vernon había saqueado y tomado las ciudades de Portobelo y Panamá desde el Caribe. Por el Pacífico, tras doblar el cabo de Hornos, el comodoro inglés George Anson había saqueado el puerto de Paita, en noviembre de 1741.

Juan y Ulloa tuvieron que interrumpir sus observaciones geodésicas en Cuenca para presentarse con urgencia en Lima ante el virrey, el marqués de Villagarcía. En calidad de oficiales marinos les fue encargada la organización de la defensa de las costas y plazas del océano Pacífico sur americano, principalmente de Guayaquil y de El Callao. Organizaron la defensa del puerto de Guayaquil, especialmente mala era la situación del puerto de El Callao, principal enclave estratégico hacia Lima. Visitaron ciudades como Chancay, Trujillo y Oiura, describiendo la realidad económica y administrativa, y su desarrollo científico y técnico, y participando en la construcción los navíos Nuestra Señora de Belén y Rosa del Comercio.

En diciembre de 1742, Juan y Ulloa iniciaron una expedición marítima en corso con el objetivo de recorrer las costas del Pacífico sur, al mando de los dos navíos. Navegaron hacia la Capitanía General de Chile, avistaron las islas del archipiélago Juan Fernández, y se aprovisionaron en la bahía de la Concepción en febrero de 1743. Después de divisar Valparaíso, regresaron rumbo norte hasta el puerto de El Callao, en julio del mismo año.

Esta navegación de seis meses fue aprovechada por los dos guardiamarinas españoles, al igual que desde su salida de Cádiz, para anotar rumbos, derroteros, corrientes y vientos, y fenómenos marinos. Realizaron observaciones astronómicas, barométricas, de latitud y del péndulo, y cartografiaron las costas, bahías, puertos y ciudades por las que pasaban, y describieron flora y fauna de los lugares que pasaron.

A inicios de 1744, se incorporaron a los trabajos que realizaba la expedición geodésica, que fueron concluidos en mayo del mismo año.

Después de nueve durísimos años, de intenso trabajo científico, Jorge Juan y Antonio de Ulloa demostraron su solvencia en la resolución de problemas, contribuyeron a realizar trabajos científicos a la altura de sus compañeros y se habían convertido en grandes observadores de los paisajes, los conflictos sociales y las debilidades del amplio Imperio español. El resultado final fue impresionante, superó cualquier expectativa, incluso el de los franceses.

RESULTADO GEODÉSICO DE LA FORMA DE LA TIERRA

Concluida la expedición, regresaron a la España peninsular en navíos distintos, con el fin de asegurar que uno de los duplicados de las notas y cálculos llegara a su destino. Jorge Juan embarcó en el puerto de El Callao sobre la fragata francesa Liz, el 22 de octubre de 1744, llegando al puerto de Brest el 31 de octubre de 1745, tras hacer escala en Valparaíso y en el Guárico.

Desde allí se dirigió a París para cambiar impresiones sobre su obra y contrastar algunas particularidades observadas por él y Godin en sus observaciones astronómicas. Allí conoció a los célebres astrónomos Marian, Clairaut y La Caille, autores de las fórmulas que tantas veces habían empleado. También conoció a Reaumur, inventor del termómetro, y a otros célebres académicos que, en compañía de La Condamine y Bourguer, reintegrados a sus actividades, le votaron como miembro de la Real Academia de Ciencias de París.

En París, Pierre Bouguer y La Condamine editaron La figure de la terre, en 1749. La comparación de la extensión del arco de meridiano ecuatoriano con la que logró calcular el astrónomo Pierre-Louis Moreau de Maupertuis en Laponia dio como resultado que la figura de la Tierra está achatada por los polos (sandía en lugar de melón) como había sostenido, entre otros, Isaac Newton en el siglo XVII.

Antonio de Ulloa tuvo más dificultades, pues su fragata fue apresada por los ingleses que declararon la guerra a Francia durante la travesía. Puesto en libertad, vivó en Londres una temporada, y fue miembro de la Real Sociedad Científica.

José Patiño Zenón Somodevilla secretario real marina
JOSÉ PATIÑO Y ZENÓN DE SOMODEVILLA

Cuando Antonio de Ulloa pudo reunirse con Jorge Juan en Madrid, en verano de 1746, había fallecido el rey Felipe V, unos meses antes, y reinaba Fernando VI. Patiño había caído, y el nuevo secretario de Hacienda, Guerra, Marina e Indias era el marqués de la Ensenada, Zenón de Somodevilla y Bengoechea. Fueron recibidos con indiferencia en el despacho de Marina y en la secretaría de Estado. Jorge Juan estuvo tentado de pedir destino en su Orden de Malta.

Pero el general de la Armada, Pizarro, viejo amigo en Chile, les presentó al secretario Ensenada, quien vio en ellos a las personas ideales para desarrollar su política naval y de armamentos, apreciando su valía. Este reconoció la importancia de las investigaciones que habían efectuado, les ascendió a capitanes de fragata y ordenó la publicación oficial de los resultados de la expedición adelantándose a los franceses. A partir de entonces se iniciaba una etapa de trabajo fecunda y una relación de amistad con Ensenada, que duraría varios años, incluso después de su caída política.

Tras recopilar toda la información basa en informes, memoras y planos, dividieron sus tareas. Juan se ocupó de los aspectos científicos, mientras que Ulloa se ocupó de la historia, política, geografía, etnografía y otras cuestiones del virreinato. El resultado final fue una obra con el extenso título Relación histórica del viaje a la América Meridional. Fue publicada de forma conjunta en Madrid, en 1748, tres años antes que la edición francesa de La Condamine, aparecida en 1751, y tuvo una tirada inicial de 1.500 ejemplares.

Está dividida en dos partes y compuesta de cuatro volúmenes, los dos primeros escritos por Juan. El primer volumen trata desde lo referente al viaje desde la salida en Cádiz hasta la conclusión de la medida de los grados de meridiano terrestre situados junto al ecuador. El segundo es una descripción de la provincia de Quito. El tercero es contiene las expediciones de ambos por el Virreinato del Perú y el Reino de Chile. El cuarto y último volumen es una cronología de los hechos y autoridades desde la etapa prehispánica hasta la actualidad del momento que gobernaban en el Perú.

Tenía un doble objetivo: presentar el estado de las provincias de ultramar por donde pasaron y exponer las mediciones astronómicas y geodésicas. Pero, en ambas partes se describen los territorios y mares por los que pasó la expedición, las costumbres de sus gentes, condiciones meteorológicas y climáticas, la flora, la fauna, los cultivos y otros aspectos de su historia natural.
La Relación histórica del viaje a la América Meridional tuvo gran éxito en los gabinetes científico de Europa. Se tradujo al inglés en 1758, en dos ediciones diferentes, en Londres y en Dublín, y tuvieron varias reediciones en las siguientes décadas. También fue editada en alemán, en 1761; en holandés, en 1772 y en francés, en 1776.

RELACIÓN HISTÓRICA DEL VIAJE A LA AMÉRICA MERIDIONAL

Además, Jorge Juan redactó una nueva obra específicamente científica con el título
Observaciones Astronómicas y Phisicas, coincidiendo el mismo año con la obra conjunta con Antonio de Ulloa. En nueve libros, recopilaba todos los trabajos de las observaciones y mediciones y exponía los resultados científicos. Sus conclusiones, puestas en relación con las obtenidas por la expedición francesa enviada a Laponia, confirmaban que, efectivamente, la Tierra no es una esfera perfecta, sino un geoide que está achatado por los polos y con ciertas irregularidades, tal y como preconizaba el científico británico Isaac Newton. Y se consiguió el grado de achatamiento de la Tierra.

Las Observaciones Astronómicas y Phisicass e convirtieron en un gran éxito de la ciencia española y tuvo un amplio reconocimiento internacional. Sus conclusiones fueron vitales para el posterior desarrollo de la navegación, la cartografía y para, siglos más tarde, la rotación de los satélites artificiales alrededor de la Tierra.

Jorge Juan demostró sus grandes conocimientos matemáticos exponiendo el método seguido para realizar las mediciones con las que conseguir el valor de un grado del meridiano en el Ecuador. Pero suscitaron ciertos reparos al aceptar evidente el sistema de Copérnico, que todavía en Roma provocaba un rechazo porque mantenían aún las teorías especulativas de su método escolástico. El jesuita Andrés Marcos Burriel defendió sus escritos y, para evitar la censura, se acordó figurase en la segunda edición de 1773 un prólogo de titulado Estado de la Astronomía en Europa. En él, explicaba que el carácter heliocentrista de la obra tan solo era un hipótesis más y no una teoría aceptada.

OBSERVACIONES ASTRONÓMICAS Y FÍSICAS

Un año después de haber publicado Relación histórica del viaje a la América Meridional, ambos científicos publicaron otra obra conjunta fruto de la expedición geodésica. La Disertación histórica y geográfica sobre el meridiano de demarcación entre los dominios de España y Portugal. Se trata de un libro de 175 páginas, compuesto por una introducción y cuatro temas. Pero el objeto tenía una intención más política que científica, pues debía establecer la frontera entre los Imperios español y portugués en América del sur. Este serviría para apoyar los intereses españoles en el Tratado de Madrid, acordado por Fernando VI de España y Juan V de Portugal, el 13 de enero de 1750.

Otra obra fruto de la expedición geodésica a Quito fue la escritura de un manifiesto que tenía un carácter político y un sentido crítico, redactado con un espíritu liberal sorprendente por su juventud. Ambos marinos denunciaban el lamentable estado de las fortificaciones y puertos y las deficiencias de las tropas militares por las ciudades que pasaron, desde Portobelo y Cartagena hasta Quito, Lima y las costas de Chile. Advertían de la multiplicidad de administraciones y los casos de corrupción.

Estas duras reflexiones políticas generaron que el ministerio de Marina e Indias ordenase la custodia del texto bajo secreto de estado, ya que comprometía la seguridad de los territorios en caso de ataque por una potencia enemiga. El manifiesto fue inédito y desconocido por los españoles hasta un siglo después. En 1826, fue publicado en Londres por David Berry con el título de Noticias secretas de América.

DISERTACIÓN HISTÓRICA Y GEOGRÁFICA

A partir de entonces, Jorge Juan pasó a convertirse en pieza clave para realizar los proyectos del marqués de la Ensenada, principal responsable administrativo de la renovación de la Marina española en el siglo XVIII. Fiel seguidor de la acción organizadora y reformista de José Patiño y José Campillo, sus predecesores en la secretaría de Marina, Ensenada acometió un enorme plan basado en la renovación científica y técnica, el fomento de la construcción naval y la potenciación de la Real Armada. Durante su gobierno se impulsó la construcción de barcos y se mejoraron las instalaciones navales, introduciendo los diques de carenar en seco; se importaron técnicos e instrumentos científicos y se fomentaron los viajes de estudios al extranjero para ampliar conocimientos y aprender las más avanzadas técnicas industriales.

Jorge Juan demostró su eficacia cada vez que fue requerido, desarrollando una próspera actividad hasta su fallecimiento, en 1773. Su alto nivel de preparación en cuanto a conocimientos técnicos y científicos le hicieron imprescindibles para organizar las misiones durante los reinados de Fernando VI y Carlos III. Su actividad no quedó enmarcada a asuntos relacionados con la Marina, sino también con la minería, la hidráulica o la siderurgia. Fue además un gran gestor y renovador de centros docentes, un hábil diplomático e, incluso, cuando las circunstancias lo exigieron, fue capaz de transformarse en espía, culminando con éxito la peligrosa labor que le había sido encomendada.

Conscientes de que la Armada española estaba anticuada, a finales de 1748, Jorge Juan recibió una misión de espionaje industrial a Inglaterra. En las Instrucción reservada de lo que de orden del Rey debe observar el Capitán de Navío D. Jorge Juan se establecieron los objetivos a cumplir:

1. conocer las técnicas de construcción naval, la fabricación de pertrechos, las últimas novedades en instrumentos náuticos, los mapas de los puertos y arsenales ingleses, así como los planos de las naves.

2. interesarse por la organización del trabajo en los astilleros de Deptford, Plymouth y Portsmouth, la forma de conducir el azogue a las Indias, las obras que se estaban realizando como muelles, almacenes, diques, etc.

3. descubrir la política general hacia las Indias Occidentales y Orientales, el número de barcos listos para navegar, los aranceles y productos comerciales, y los planos de sus posesiones americanas, detallando las defensas.

4. establecer relaciones profesionales con los mejores constructores y artesanos navales para ser contratados en los astilleros reales de España, ocupándose Jorge Juan de todo el proceso laboral desde el punto de origen hasta el destino final de los trabajadores.

5. enviar instrumentos astronómicos de última innovación para formar gabinetes astronómicos.

Jorge Juan tendría el fue acompañado en su viaje a Londres por dos ayudantes, expertos en matemáticas: José Solano y Bote y Pedro de Mora y Salazar. Tras zarpar en la fragata inglesa The First August, desembarcaron en Londres el 2 de febrero de 1749. En la capital británica tomaba contacto con el embajador Ricardo Wall y Devereux, quien se encargaría de agilizar los traslados de los trabajadores náuticos ingleses hacia el astillero de El Ferrol, pasando por Oporto. Durante su estancia, Jorge Juan fue variando su nombre en clave: Lázaro, George Sublevant, Josues.

PLANO Y MAQUETA TRANSVERSAL DE UN NAVÍO

El resultado de los dieciocho meses que duró la comisión de espionaje fue muy frutífera, recogiéndose en un documento titulado
Resumen histórico de la comisión dada al capitán Don Jorge Juan en 1748 de pasar a Londres con el fin de observar los adelantos de la Marina inglesa. Según el Archivo Histórico de Simancas un total de 69 ingleses e irlandeses fueron contratados por el marino para venir a España, profesionales de todo tipo: maestros y contramaestres de construcción, escultores, armadores, barreneros, carpinteros, caldereros, aserradores, herreros e intérpretes.

Entre los principales profesionales estuvieron constructores como Eduardo Bryant y Richard Rooth, y su agente comercial Richard Morris, el maestro de jarcia Enrique Seyers, el maestro de lonas irlandés Patricio Larhey, o maestros de lo menudo Ricardo Richards y Mr. Pepper, dispuestos a modernizar los métodos de construcción naval, así como el resto de las industrias complementarias.

En cuanto a los instrumentos conseguidos por Jorge Juan, hay que destacar el cuarto de círculo, de seis pies de radio, construido por John Bird, los telescopios reflectores de Short y Nairne, los péndulos de John Ellicot y los termómetros de George Adams. Todos ellos se instalaron en el Real Observatorio Astronómico de Cádiz, anexo a la Academia de Guardiamarinas, y desde 1798 en el recién construido Observatorio Astronómico de San Fernando.

También pudo adquirir libros, informes, planos, fórmulas matemáticas y dibujos sobre los nuevos sistemas de construcción naval y modelos de arsenales, maquinaria especializada, inventos y avances técnicos, que serían incorporados para su estudio e implementación práctica en academias y astilleros.

Al regresar de la misión londinense, en junio de 1750, Ensenada reconoció la valía personal del marino para la consecución de sus planes reformistas. En el siglo XVIII el transporte marítimo y la defensa naval eran decisivos para el mantenimiento del Imperio y el auge del comercio; el país que disponga de mejores navíos sería el que domine. Conscientes del retraso de España, centraron sus esfuerzos en el desarrollo de la tecnología naval.

plano navío Santa Ana sistema naval Jorge Juan
PLANO Y MAQUETA DE NAVÍO DE 58 CAÑONES

Jorge Juan, descontento por el sistema de construcción naval inglés, ideó un nuevo modelo español que sería aprobado por el rey Fernando VI en 1752. Para su puesta en práctica, primero reunió en la Corte madrileña a los técnicos traídos de Inglaterra y a los constructores de los astilleros reales.

Durante nueve meses, diseñó y trazó los planos para toda clase de buques y sus diferentes piezas, estableciendo un conjunto uniforme de reglas y redactando el Nuevo método de construcción naval para barcos de todos los tamaños y tipologías. Se trata de un sistema propio de arquitectura de buques en el que aplicó sus conocimientos de mecánica, hidráulica y cálculo matemático diferencial e integral. También incluía aspectos determinantes como el corte de madera, o la figura y dimensiones de las distintas piezas.

Por orden del marques de la Ensenada, el método Jorge Juan (sistema inglés) se implantó de modo general en todos los departamentos, imponiéndose en los astilleros de Cartagena, Cádiz, El Ferrol y La Habana. Este sistema se mantuvo hasta 1765, cuando fue sustituido por el método de François Gautier (método inglés). También implantó el sistema industrial inglés basado en la división del trabajo: miles de obreros se repartían en los diques, astilleros, hornos, fábricas de jarcia y lonas, etc.

ARSENAL DE EL FERROL

En el arsenal y el
Real Astillero de La Carraca y su arsenal, ubicado en la isla de León, del Departamento naval de Cádiz, su intervención consistió en elaborar un proyecto junto con José Barnola para adecuar las instalaciones a las nuevas técnicas. Mientras tanto, dirigía las fábricas de jarcia y tejidos.

En 1751, viajó al Departamento naval de El Ferrol para supervisar los trabajos del Real Astillero de Esteiro y de su nuevo apostadero, que se estaban construyendo en sustitución del ya obsoleto de La Graña. Allí surgió un grave accidente que a punto estuvo de costarle la vida.

A finales de 1553, regresó al El Ferrol. Ayudado por el ingeniero Francisco Llobet y el oficial Juan Pesenti Reina, comenzó a dirigir las obras, estableciendo una serie de mejoras en el calado de los muelles y la ubicación de los talleres de mantenimiento y planificación, además de un poblado adjunto a la base naval para albergar a los trabajadores y militares. Con doce gradas de construcción, el arsenal de Esteiro, fue el mayor de Europa en su tiempo. Allí, solventó algunos problemas en la construcción de los navíos Oriente y Aquilón, los primeros de una docena de barcos construidos en el Esteiro, entre 1752 y 1755.

En el Real Astillero de Esteiro, diseñó sus dos diques secos de carena, supervisó la puesta en funcionamiento del primero de ellos, así como los trabajos de fortificación defensiva del puerto. En 1762, trasladó las fábricas de lonas y jarcias desde el puerto de Sada de la ría de Ares hasta El Ferrol, de forma urgente.

Por último, participó en las obras construcción del Real Astillero de Cartagena, en colaboración con el ingeniero militar Sebastián de Feringán, entre 1752 y 1759. Allí, participó en la construcción de una grada circular que aumentaba la seguridad en la botadura de los barcos, una innovación sin igual en toda Europa. En su dársena hizo construir los dos primeros diques de carenar en seco del Mediterráneo, resolviendo problemas entre el dique y el malecón, que estuvieron finalizados en 1759. En otro viaje, levantó un modelo de dique mayor para buques amplios, proyecto que se materializó con la construcción de un segundo dique, en 1760.

También planeó la construcción de una bomba de fuego para el achique de los diques. El proyecto fue empezado en el Seminario de Nobles durante su estancia en Madrid, pero tuvo que sustituir su instalación en Cartagena por Julián Sánchez Bort, a causa su enfermedad, en 1772.

maqueta puerto Cartagena astillero arsenal Ilustración
ARSENAL Y ASTILLERO DE CARTAGENA

Pero, su destino principal fue el que desempeñó como
capitán de la Compañía de Guardia Marinas de Cádiz y director de su Academia, desde 1752. Cargos de mucha responsabilidad, donde Jorge Juan puso en práctica un ambicioso proyecto de reforma de la institución que afectaba especialmente a la estructura docente de la Academia de Guardias Marinas. Allí implantó las enseñanzas más avanzadas de la época; contrató a profesores competentes y relegó a quienes no consideraba capacitados; mejoró el nivel de las enseñanzas teóricas, potenciando el de las matemáticas e introduciendo el estudio del cálculo inferencial e integral; instauró la realización de certámenes públicos; incrementó el número de cadetes; fortaleció la formación teórica de los alumnos más aventajados para convertirles en buenos oficiales científicos; se amplió la biblioteca e implantó sus nuevos manuales y textos científicos; y se construyeron maquetas de navíos a escala.

En Cádiz, no sólo tuvo tiempo para la enseñanza teórica, sino también para la investigación y el desarrollo de nuevos proyectos, experimentando con cálculos matemáticos la manera de construir navíos ligeros y veloces, sin descuidar su seguridad y resistencia. Las directrices que impuso fueron que el navío se ha de construir con la menor cantidad de madera y herraje posible, pero ha de tener toda la madera y herrajes necesarios para mantenerse firme. Así mismo, estudió la fuerza del mar y del viento, construyendo modelos de naves que remolcaba para comparar sus distintas resistencias, y comprobando con cometas la acción del viento sobre las velas.

En 1753, junto con Louis Godín, Jorge Juan fundó el Real Observatorio Astronómico de Cádiz, dotándolo con los instrumentos que había traído durante su misión secreta en Inglaterra, a los que incorporó otros nuevos. Desde allí, mantuvo correspondencia de sus observaciones con las Academias de París, Berlín y Londres. Fue institución anexa a la Academia para el adiestramiento e instrucción de los cadetes. Y a la Academia también se anexaría, por petición de Jorge Juan, un Deposito Hidrográfico para guardar los resultados de las observaciones astronómicas, que se fundaría en 1770.

Todos estos estudios y proyectos trascendieron en la comunidad científica europea, hasta el punto que, en 1753, el almirante inglés Richard Howe vino a comprobarlo personalmente, quedando sorprendido de la velocidad, maniobrabilidad y buen gobierno de los navíos.

REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE CÁDIZ

Su actividad en este período no cesaba, haciendo más de treinta viajes por la geografía española, siempre junto a su secretario personal,
Miguel Sanz, fiel colaborador con quien trabajaría durante más de dos décadas. Además de supervisar la obras de construcción de diques de carenar en seco en El Ferrol y en Cartagena, y reorganizando los arsenales de estos puertos, se ocupaba de la tala de árboles para la construcción de las naves, sentó las bases para una moderna cartografía de España, y pedían su participación hasta para abrir una cátedra de matemáticas en Alicante, exponiendo su criterio sobre los temas más diversos.

Uno de aquellos viajes fue el que hizo a la sierra de Alcaraz, en 1750, para evaluar sobre el terreno el proyecto de un canal de trasvase para abastecer las tierras de Lorca, Totana y Cartagena con agua procedente de los ríos Castril y Guardal, que había presentado el ingeniero militar Sebastián Feringán.

También hizo varias visitas a las minas más importantes de España. En 1751 y 1752, estuvo en las minas de mercurio de Almadén, solucionando el problema de la ventilación y acabar con los vapores tóxicos de sus minerales. Su resultado fue el incremento de la producción en más de 6.000 quintales. La siguiente visita fue la de 1755, con motivo de plantear soluciones en las galerías quemadas por un incendio. Otra más, en 1758, tenía como objetivo la búsqueda de vetas de mineral; y una última inspección en 1765. En las minas de plomo de Linares, planificó un sistemas de ventilación de las galerías, en 1758.

En mayo de 1754, Jorge Juan estuvo en el complejo siderúrgico de La Cavada, en Santander. Se dedicó a supervisar su fábrica de cañones, de vital importancia para la Armada española, y el Real Astillero de Guarnizo.

En 1754, fundó el Colegio de Guardiamarinas de Cartagena, sito en la Muralla del Mar, actual edificio de los Servicios Generales de la Armada Española.

En junio de ese año, fue nombrado ministro de la Junta General de Comercio y Moneda, con el encargo de examinar y mejorar el peso, la liga y la afinación de los metales para la fabricación de monedas. Pero en ese mismo verano, una conspiración destituyó al marqués de la Ensenada que había sido su protector.

ASAMBLEA AMISTOSA LITERARIA

En 1755, Jorge Juan fundó la Asamblea Amistosa Literaria, en Cádiz considerada como la primera academia científica española. Reunía los jueves en su casa eruditos como Luis Godin, José Aranda, Gerardo Henay, Diego Porcel, José Infante, Francisco Canibell, José Nájera, Francisco Iglesias, Pedro Virgili, y José Carbonell, muchos de los cuales eran profesores de la Academia de Guardias Marinas y del Colegio de Cirugía de Cádiz. Comentaban y debatían los avances científicos y presentaban a discusión proyectos y memorias.

Esta institución pretendía que fuese el embrión de una futura Academia de Ciencias y donde él mismo daba cuenta de sus observaciones. Allí, disertando sobre astronomía, artillería, navegación y construcción, surgió la idea de escribir su gran obra Examen Marítimo, que publicaría muchos años después.

En 1757, fundó el Real Observatorio Astronómico de Madrid. Publicó el primer libro salido de la imprenta de la Academia gaditana, se trataba de su Compendio de Navegación para el uso de los Caballeros Guardias Marinas. Era el nuevo libro didáctico, instructivo y renovador para los estudiantes de la Academia, abordando cuestiones náuticas como distancia, rumbos y posición, junto con los instrumentos y técnicas para su determinación. Trata temas como la vectorización y la maniobrabilidad, la navegación teórica y práctica cercana a la costa y en alta mar, la latitud y la longitud que determinaría el posicionamiento a través de la astronomía, o el error de la declinación magnética.

COMPENDIO DE NAVEGACIÓN

Un texto cartográfico que no consiguió mucha relevancia fue el Método de levantar y dirigir el mapa o plano general de España, con reflexiones á las dificultades que pueden ofrecerse, escrito en 1751, junto a unas Reflexiones para la formación de una veintena de compañías de geógrafos, hidrógrafos y astrónomos. Documentos que fueron editados por el marino José Espinosa y Tello en las Memorias sobre las observaciones astronómicas hechas por los navegantes españoles en distintos lugares del globo, en la Imprenta Real de Madrid, en 1809. Una de las causas del retraso de la impresión de estos notables y útiles documentos fue la caída política del marqués de la Ensenada, patrocinador del nuevo mapa de España.

Para entonces, su fama trascendía las fronteras y en toda Europa se le conocía como el "sabio español". Un ejemplo fue la dedicatoria que, en 1956, el conde de Stanhope imprimió en una edición latina de los Elementos de Euclides. Ya era fellow de la Real Sociedad Científica de Londres, desde 1749; socio de la Real Academia de las Ciencias de Berlín, notificado por el científico Maupertius en 1750; y correspondiente de la Real Academia de Ciencias de París, durante su estancia en la capital francesa. También fue nombrado jefe de Escuadra de la Marina española, en 1760.

Toda esa intensa actividad hizo que su salud empeorase, teniendo que reponerse de unos cólicos biliares en el balneario de Busot, en su Alicante natal, en 1672.

Jorge Juan fue elegido miembro de la Academia de Agricultura de Galicia en 1765, y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que fue académico de honor en 1768, académico de mérito en 1768 y de consilio en 1770.

En 1766, solicitó al secretario de Marina e Indias, Julián de Arriaga, el cese de sus actividades en Cádiz y el traslado a la Corte de Madrid.

BILLETE EN HONOR DE JORJE JUAN 1.000 PESETAS

En septiembre de 1766, cumplida su labor en Cádiz, cuando preparaba su regreso a Madrid, el rey Carlos III le nombró embajador extraordinario en la Corte de Marruecos para una difícil misión política. Durante tres reinados fue Jorge Juan indispensable para la Monarquía española y otra vez fue elegido como la persona más idónea para efectuar aquella misión: negociar los preliminares de un tratado de paz y comercio.

Partió desde Cádiz, en febrero de 1767, en compañía del embajador de Marruecos en España, Sidi Ahmet el Gazel, con regalos para el soberano musulmán y con una comitiva formada por unas 30 personas. Tras desembarcar en Tetuán, llegaron a Marrakech en mayo de 1676, donde les recibió el sultán. Después de intensas negociaciones, a finales de año se firmó el Tratado de Paz y Comercio entre las Cortes hispana y marroquí. Fue un acuerdo muy favorable para España, ya que sus 19 artículos permitieron la paz perpetua por tierra y mar, la libertad de navegación, el uso de los puertos marroquíes para naves españolas, el reconocimiento expreso de todas las plazas y presidios que tenía España en las costas africanas, y el establecimiento de consulados.

Tras seis meses de actividad diplomática, Jorge Juan retornaba a la península desembarcando en Cádiz con la salid muy maltrecha. Entonces, se dedicó al estudio de todo tipo de asuntos solicitados por las Secretarías de Estado y del Consejo de Castilla. Unánimemente considerado infalible, su opinión era requerida en la solución y el estudio de arduas cuestiones políticas. Pero en junio de 1768 tuvo otra vez que buscar alivio para los cólicos biliares en las aguas y baños de Trillo.

En mayo de 1770, fue nombrado por la Corte para la dirección del Real Seminario de Nobles, de Madrid, su último puesto de servicio. Aunque fue una institución educativa, estaba en franca decadencia. Tras la expulsión de los jesuitas, en 1767, contaba a su entrada con tan sólo 13 alumnos.

Con su autoridad moral y su capacidad de organización y trabajo, actualizó los planes de estudios, potenciando la enseñanza de las matemáticas, la astronomía y la física; saneó la economía tras efectuar una total reforma administrativa y docente; completó las Ordenanzas; aumentó el número de profesores competentes y exigió a todos un mayor cumplimiento; todo ello con prudente y sabia dirección. Tres años más tarde, ya contaba con 82 alumnos.

REAL SEMINARIO DE NOBLES

Durante su etapa como director del Semanario, Jorge Juan escribió la que está considerado como su obra cumbre: Examen marítimo theórico práctico, ó tratado de mechánica, aplicado a la construcción, conocimiento y manejo de los Navíos y demás Embarcaciones. Fue publicada en Madrid, en 1771, y tuvo una tirada inicial de 1.510 ejemplares. Está dividida en dos volúmenes: el primero dedicado a la mecánica del buque, y el segundo a su construcción y maniobra.

Sería la piedra angular de la teoría de la construcción naval, la primera escrita con cálculos matemáticos. En ella, analizaba la dinámica del buque, su estabilidad, su relación con el empuje de las olas, esfuerzos a que está sometida la arboladura, etc., combinando la teoría de los problemas del movimiento y los fluidos con la exposición de los aspectos básicos de la ingeniería naval. Su texto estaba basado en su propia experiencia, un continuo estudio y resolución de casos prácticos, pues según él reconoció:
"En el Marinero, todo ocupado al riesgo, al trabajo y á la fatiga, no cabe quietud para estudio tan dilatado y prolixo; y el estudioso, que requiere tranquilidad para la contemplación, no se acomoda al afán y fatiga extrema del otro, únicas maestras que enseñan con facilidad las resultas que por solo theórica fuera casi imposible descubrir."
El ilustrado marino  proporcionando un eficaz instrumento a los marinos españoles cuya formación, hasta la fecha, había sido eminentemente práctica y carente de los adecuados fundamentos matemáticos.

El Examen Marítimo Teórico Práctico fue el mejor tratado europeo del siglo XVIII por su gran aportación a la ingeniería naval y a la mecánica de fluidos. Tan pronto como apareció, fue conocida y traducida en toda Europa, gracias a que fue traducida al inglés y francés.

EXAMEN MARÍTIMO THEÓRICO PRÁCTICO

Pero desgraciadamente, en España, tras la caída de Ensenada y por cuestiones políticas, poco a poco fue sustituido el modelo de construcción naval estudiado por Juan, perfeccionado en el inglés, por el modelo francés, que siempre había rechazado. Esto generó un alivio y tranquilidad en la Armada inglesa, que contemplaría como los planes de recuperación naval de España quedaban estancados. Su principal responsable fue Julián de Arriaga, miembro también de la Orden de Malta, que ocupó la Secretaría de Marina e Indias durante 20 años, y fue el encargado de desplazar el sistema de Jorge Juan.

Poco antes de morir Jorge Juan, con la autoridad e independencia de criterio que le caracterizaban, escribió una dura carta a Carlos III advirtiendo del peligro de esta errónea subordinación ciega al modelo francés, previendo graves pérdidas, como ocurriría en Trafalgar 32 años después. En aquel desastre, los ligeros navíos ingleses, seguramente inspirados en los estudios de Jorge Juan, dieron al traste con la pesada flota hispano-gala.

Los últimos años de su vida los dedicó a continuar la tarea de revisar y preparar la reedición de sus Observaciones Astronómicas y Physicas, que fueron publicadas en 1774, meses después de su muerte, junto a un prólogo inicial llamado Estado de la astronomía en Europa. Supuso la aceptación oficial y definitiva del sistema copernicano en España, en cuya decisión estuvo el conde de Campomanes, fiscal del Consejo Real.

Jorge Juan murió, a los 60 años de edad, el 21 de junio de 1773, en su casa de la plazuela de Afligidos de Madrid, a causa de un ataque de alferecía que se le complicó con otro apopléjico. Fue enterrado en la iglesia de San Martín. La noticia de su muerte apareció en la Gazeta de Madrid en su número del martes 6 de julio.

Mese más tarde, su secretario personal Miguel Sanz escribió una amplia biografía Breve noticia de la vida del Excmo. Sr. D. Jorge Juan y Santacilia, reducida á los hechos de sus Comisiones, Obras y Virtudes.

SELLO HOMENAJE A JORGE JUAN

Pocos años más tarde, el matemático Benito Bails, ilustre discípulo suyo, le dedico el prólogo Elogio del jefe de escuadra D. Jorge Juan y Santacilia de su obra Principios de matemáticas, publicada en Madrid, en 1776, describiéndole así:
"Don Jorge Juan, era de estatura y corpulencia medianas, de semblante agradable y apacible, aseado sin afectación de su persona y casa, parco en el comer, y por decirlo en menos palabras, sus costumbres fueron las de un filósofo cristiano. Cuando se le hacía una pregunta facultativa, parecía en su ademán que él era quien buscaba la instrucción. Si se le pedía informe sobre algún asunto, primero se enteraba, después meditaba, y últimamente respondía. De la madurez con que daba su parecer, provenía su constancia en sostenerlo. No apreciaba a los hombres por la provincia de donde eran naturales; era el valedor, cuasi el agente de todo hombre útil."

Años después, Luis María de Salazar, otro ilustre marino y ministro de Marina, elogió los logros conseguidos por Jorge Juan para la ciencia española en su Discurso sobre los progresos y estado actual de la Hidrografía en España:
"Decir pues lo que en beneficio del Estado trabajó y escribió don Jorge Juan fuera obra larga, así como parece incomprensible que sobre tantos méritos, tanto útiles desvelos y tan importantes como notorios servicios, hubiese sido tan escaso el premio, que si por cierto se entra luego en cotejo con los que tan liberalmente se prodigan de ordinario a otros hombres superficiales, parece que el corazón se conmueve, y como que al hacer tales reflexiones se siente oprimido de un grave desconsuelo y amargura."

El jesuita Juan Andrés Morell, autor del Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, editada en Italia entre 1782 y 1799, escribió en el tomo dedicado a la náutica:
"Todos los venideros respetarán a Juan como maestro de la navegación, como regulador de los vientos, como el Eolo y el Neptuno de los náuticos, el Dios de la Marina."

Otro jesuita y alicantino, Lorenzo López, lo llenó de elogios en la historia de su ciudad, que finalizó en 1753:
"Más a todos sobresale el nuevo Euclides, el Newton moderno, D. Jorge Juan... tan eminente en todas las Matemáticas y sublimes Filosofías que es la admiración de los sabios."

Jorge Juan placa Novelda casa natal
PLACAS DE JORJE JUAN EN NOVELDA

El profesor de la Academia de Guardiamarinas Francisco Xavier Rovira escribió en la dedicatoria de su Tratado de artillería, publicado en 1773:
"Con su muerte perdí yo un Mecenas tan poderoso, y perdió la España toda uno de los primeros Matemáticos de Europa, y de los mas elevados ingenios de este siglo, cuyas utilísimas producciones tanto podían ilustrar á la Nacion, y con particularidad á la Marina..."

También en el Virreinato de Nueva Granada se realizaron homenajes a su memoria y legado científico. El botánico José Celestino Mutis llegó a asegurar en el Colegio Mayor del Rosario, de Santafé de Bogotá, en 1773:
"El verdadero sistema que tanto ilustró con las observaciones y experiencia adquiridas en sus dilatados viajes y por medio de aquella singular destreza en el campo analítico, el infatigable matemático, el Newton español, el excelentísimo D. Jorge Juan."

Y otros dos botánicos, Ruiz y Pavón, dedicaron una de las plantas descubiertas durante su expedición al Virreinato del Perú a los dos guardiamarinas Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Se trata de la planta Juanulloa, que pertenece a la familia de las solanáceas:
"Género dedicado de D. Jorge Juan y D. Antonio de Ulloa que acompañados de los señores de Condamine, Joseph de Jussieu, y de otros insignes matemáticos y botánicos, recorrieron el Perú con el fin de medir un grado del ecuador para determinar la figura de la Tierra y publicaron varias noticias de plantas de América en la relación de su viaje impresa en Madrid el año de 1748."

En la actualidad, sus restos se encuentran en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando. Su imagen ha sido representada en el reverso de los antiguos billetes de 10.000 pesetas, en el siglo XX. Y años más tarde, un monumento en su honor se ubica en los madrileños Jardines del Descubrimiento, junto a la estatua de un contemporáneo suyo y compañero de armas el teniente general Blas de Lezo y Olavarrieta.
 
MONUMENTOS A JORJE JUAN EN MADRID

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